viernes, 5 de enero de 2007

Las nuevas palmeras

Cuando era más joven sabía que había llegado a casa cuando, mirase hacia donde mirase, aparecía el recorte sobre el cielo de una palmera solitaria. No sé muy bien qué tipo de propiedades totémicas asignaba inconscientemente a estas plantas, pero lo cierto es que su visión me reconfortaba, y si andaba buscando una sombra en algún parque, para leer un libro o echar una siesta, siempre acababa ganándose mi corazón algún tipo de palmácea. Por pobre y reducida que fuese su sombra, había un nosequé que me aseguraba una mayor protección bajo sus hojas. Recuerdo que los primeros macros de texturas que fotografié fueron los troncos peludos de unos palmitos que me dieron cobijo y ánimos mientras preparaba la selectividad. Cuando los miro ahora, me pregunto si guardarán algún tipo de memoria de aquellos años. Yo casi no los reconozco, de tanto como han crecido.
Estos recuerdos vuelven a mí ahora que, después de algún tiempo fuera, vuelvo a casa por Navidad (porrompompom). Y asomada a la ventanilla lo único que consigo divisar con claridad son unas nuevas siluetas, tanto o más magnificentes que mis viejas palmeras, pero sin una pizca de la elegancia de estas. Las nuevas no se dejan mecer por el viento, ni siquiera me invitan a tumbarme bajo su sombra, y es que creo que ellas mismas no son capaces de entender muy bien en qué pueden armonizar con la tierra que les rodea.
Antes de partir he intentado grabar en mi mente una última imagen de casa, pero allí donde mirase, una de las torres de acero se empeñaba en salir en la foto. Y no es así como quiero recordarla, así que he cerrado los ojos y he corrido al rincón de mi memoria donde me esperaban los palmitos. Al menos yo aún tengo un rincón mágico, aunque sólo pueda llegar a él cerrando los ojos. Me pregunto qué será lo que recuerden los niños que corrían hoy por las calles. Si dormirán más tarde la siesta bajo una grua.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La belleza del pasado tiene la característica melancólica de su abséncia. Muy probablemente, el futuro te haga recordar algun rincón del presente que ya no está. Tendremos que ir fotografiando mentalmente todos aquellos rincones que disfrutamos y que nos inspiran belleza.

Por que al fin y al cabo, todo cambia, incluso aquello que parece estar igual cambia, nosotros cambiamos... Es cuestión de no aferrarse a una belleza pasada para buscar las presentes...

Y se me fué...

Nuwanda_75 dijo...

estoy de acuerdo contigo, fiume. el paisaje urbano cambia, y casi siempre es a peor...todo se deshumaniza, sobre todo en las ciudades. Llegara un momento en que empecemos a volver a esos pueblos abandonados para recuperar el sabor de un ritmo de vida saludable y normal...viva mi pueblo... cuando yo era pequeño!!!!

Anónimo dijo...

Porque tú eres capaz de recordar esas palmeras, ellas siguen estando ahí, en un ricón de tu memoria. Conoces el áspero tacto de su corteza, el frágil aleteo de sus hojas y la débil y delidaca sombra que sobre ti proyectaban. Que eso te baste por ahora. Y con tu sensibilidad, la próxima plaza, si la proyectas tú, seguro que tendrá todos esos recuerdos que anidan en tu mente. Muchos besotes desde Granada!