sábado, 21 de abril de 2007

De Santas y Putas

Inés de Torremolinos fue llevada a Florencia y entregada en matrimono a los trece años a un viejo Marqués del que tuvo tres hijas. A la muerte de su marido, y para saldar su deuda por no haber sido capaz de engendrar varón, fundó un monasterio y dedicó su vida a entregarse a los necesitados. Inés iba camino de la santidad hasta que por fortuna o por desgracia se cruzó en su vida un hombre singular: Mateo Realdo Colombo.

Mateo Realdo Colombo era anatomista. Su pasión por la más cara de las prostitutas venecianas marcó sus investigaciones científicas, centradas éstas en descubrir dónde residía el amor de la mujer. Dada su gran fama como médico, fue llamado al monasterio donde Inés de Torremolinos había caído enferma. Y fué allí donde Mateo hizo su gran descubrimiento. Y así anotó en su cuaderno:



"Esta pequeña protuberancia, que surge del útero cerca de la abertura que se llama boca de la matriz, es principalmente la sede del deleite de la enferma; (...)
"(...) cada vez que el apéndice se yergue, la enferma presenta talante triste, mareos y ahogos que solo cesan después de la frotación y el frenesí venéreo.
"La enferma mejora. No sufre tristezas ni ahogos y los mareos son menos frecuentes. El organo permanece durante más tiempo reposado y menos inflamado, como si todos sus padeceres dependieran de éste.
"(...) de este órgano pareciera depender el amor de la enferma y su disposición y voluntad(...) Esta suerte de entrega no depende de ningún atributo que no sea el del saber fortar con arte y acierto y conocer las carnecillas sensibles (...)"


Mateo Renaldo Colón acababa de hacer un descubrimiento absolutamente novedoso, al que él llamó Amor Veneris (Amor de Venus). Mientras, su santa paciente se había vuelto loca de amor por él sin alcanzar a comprender de dónde surgía este nuevo sentimiento.

Mateo marchó e Inés quedó recordando a su querido anatomista, el cual no tardaría en topar con la Inquisición, que no iba a permitir que salieran a la luz tales descubrimientos diabólicos. El día antes del juicio, Mateo hizo mandar una carta a Inés, quien sabe si con el afán de que no se perdieran en el olvido sus conocimientos, o con el de dar las gracias a Inés y a su cuerpo por haberle permitido encontrar la joya que lideraba la voluntad de la mujer. El caso es que cuando Inés leyó la carta se sintió tremendamente engañada y sin pensarlo dos veces, afiló un cuchillo de cocina, y cortó de cuajo aquel trozo de carne que decía ser gobernador de su corazón. De ahora en adelante ella misma sería dueña de su voluntad. Y de igual modo obró con sus tres hijas.

Después de este día, Inés volvió a su Castilla natal, y fue fundadora de los más espléndidos burdeles. A cada una de las más de mil quinientas mujeres que trabajaron para ella les devolvió el dominio sobre su voluntad y su cuerpo, tal y como había hecho con el suyo propio.

Como era de esperar, esta mujer, que podía haber pasado a formar parte de la lista de Santas, acabó quemada en la hoguera. Poco queda de ella, ya que también fueron quemados la mayor parte de sus versos. Sólo algunos fragmentos se conservan de una traducción al italiano. Formaban parte de la obra que ella misma llamó Misa Negra.




MISA NEGRA

1.
Así ardiera mi carne en la foguera
Así mordiera el amargor de la cicuta,
o en la horca yo muriera, y si así fuera,
aun así nada me enluta
y me declaro desde agora
de las putas la más puta.

14.
En el nombre del amor
todo se entrega al verdugo
Para él facemos el pan
y sólo nos da el mendrugo
Para él parimos los fijos
Todo en nombre del amor.
Si no sabe facer pan
si no puede parir fijos
-para una su arte es poca
y para la otra, nulo-,
que trague pan por la boca
y faga niños por el culo.

22.
El amor para mí era
la enfermedad, el tormento,
daga que hiere y lacera.
...........
Si por cantar al amor
no vide más que lamento
y de males de amor moría.
...........

43.
Os dijeron, cocinad!
Aquí os dejo mi receta
que de agora y para siempre
dejará de ser secreta.

Tomaos por desayuno
cuando el sol salga y se yerga
de vente zagales, uno
de luenga y de gorda verga
y de buena leche bebed
que para saciad la sed
mejor que éste, ninguno.

Y a la hora de la misa
dando el cura su monserga,
hostia ni vino consiento
y tomo por sacramento
su divina y presta verga.


Todas las citas y versos que recojo, son del libro de Federico Andahazi titulado El anatomista. La traducción de los versos es también suya.